Cuando una obra empieza en alto,
haciendo que fijes los ojos al escenario nada más arrancar, y acaba en el
momento en el que sueltas por fin el aire de la emoción contenida, tiene que
tener un desarrollo igual de bueno. Es el caso del musical West Side Story, que
ya está en Madrid para hacernos bailar, cantar y emocionarnos al mismo tiempo.

Y es que poco se puede añadir de
este archiconocido musical que ya fue innovador cuando se entrenó en Broadway
en 1957 y que sigue sorprendiendo más de 60 años después. La música está
perfectamente integrada en la obra, los decorados son variados y dinámicos pero
lo que de verdad nos llamó la atención es el alto número de actores que hace
que en algunas escenas se aproximen a los 30. Ahora cierra los ojos, e imagina
esa multitud bailando, con faldas que lanzan sus volantes al vuelo. Escucha los
coros y las voces que resaltan. Sigue imaginando: escenas de lucha donde no
sabes dónde mirar porque la acción se sucede por todas partes. Unos escapan,
otros golpean, otros aparecen por la derecha mientras por la izquierda pierdes
de vista a otro par. Suben escaleras, salen por las ventanas… Y de repente el
tiempo se para porque uno de los protagonistas empieza a emocionarte con su
voz. Se llama West Side Story.
Emoción, diversión, calidad
escénica, buen diálogo buena música y un final que cuando cae el letrero de
West Side Story hace que te levantes para no parar de aplaudir. Gran papel
también el de los de los secundarios. Anita acabó siendo una de nuestras favoritas.
Para terminar, una única pega que
es común para los musicales que vienen de Broadway: Nos hubiera gustado que las
canciones fueran en versión original para cantar aquello de “I want to live in
America”.
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